RETOS

Los trastornos por dependencia a drogas son enfermedades crónicas que afectan al cerebro. Su tratamiento enfrenta retos tanto específicos, como comunes a los de otras enfermedades crónicas. Entre los retos específicos se encuentran los siguientes:

Contar con sistemas de atención organizados basados en la evidencia científica o en las prácticas empíricas de calidad que respetan los derechos humanos.
Identificar tempranamente la existencia de otros trastornos físicos y mentales que pueden presentar las personas con dependencia a drogas y proporcionarles alternativas accesibles de atención integral o de reducción de riegos y daños.
Ofrecer tratamientos que reconozcan y actúen ante la posibilidad de enfrentar el escaso apego terapéutico y la reincidencia (recaídas).
Proporcionar facilidades a diferentes poblaciones, sobre todo las que presentan condiciones de mayor vulnerabilidad social, para asistir a tratamiento. Por ejemplo, horarios flexibles, sesiones de fin de semana, áreas de cuidado infantil, afiliación a servicios de salud que apoyen con los costos, etc.

Por ser enfermedades crónicas, el abordaje terapéutico debe adaptarse a los modelos de tratamiento crónico que han probado ser útiles en otros trastornos como la diabetes o la hipertensión. Es decir, debe ser un modelo proactivo que tenga como objetivo mantener a las personas tan saludables como sea posible, en lugar de ser un modelo reactivo, que sólo responda a situaciones particulares o de emergencia. En ese sentido, es necesario crear la cultura, organización, sistemas y mecanismos para promover atención de calidad, evaluar la eficacia de los programas, tener un adecuado registro de casos, dar seguimiento clínico, integrar opciones de rehabilitación y reinserción social, y promover el empoderamiento de las personas con adicción para que tomen acciones a favor de su salud y del bienestar social de sus familias y comunidades.

La promoción de estilos de vida activa y saludable lleva implícita la necesidad de atender a las poblaciones que consumen sustancias pero que no han desarrollado una adicción. Para ello deben implementarse programas de promoción de la salud, prevención universal, selectiva o indicada, así como intervenciones breves y de reducción de daños para quienes presentan abuso o consumo problemático.

También resulta fundamental, contar con políticas públicas para el estricto cumplimiento de las leyes que prohíben la venta, compra u oferta de bebidas alcohólicas a menores de edad, así como la regulación de horarios y puntos de venta para personas mayores de edad, control de la publicidad que asocia al consumo con estereotipos de moda o estatus social, incremento de precios e impuestos sobre bebidas alcohólicas, responsabilidad social de la industria alcoholera, diversificación de estrategias legales y educativas para contrarrestar la conducción de automóviles bajo los efectos del alcohol, entre otras. La suma de medidas que regulan la oferta y la demanda de sustancias psicoactivas ha demostrado su eficacia.

El panorama del consumo de drogas, sus consecuencias y las necesidades de atención cambian constantemente y esto implica retos importantes y dinámicos para la prevención y el tratamiento de los trastornos asociados a su consumo. Los datos epidemiológicos muestran que la edad promedio de inicio de uso de sustancias se ha reducido, la brecha de género se ha estrechado (cada vez hay más mujeres que consumen) y que la oferta de compuestos psicoactivos es mayor y más variada. Conocer este panorama es el primer paso para afrontar eficazmente los retos actuales y los retos emergentes que se abordan a continuación.

Nuevas sustancias psicoactivas

En los últimos años han surgido en el mercado cientos de drogas no fiscalizadas a las que se les ha denominado “Nuevas Sustancias Psicoactivas” (NSP). Para darse una idea de la magnitud de este fenómeno conviene tener presente que hay poco más de 230 sustancias sujetas a fiscalización por organismos internacionales, mientras que, de acuerdo con datos del último Reporte Mundial de Drogas, en 2016 se habían identificado 803 Nuevas Sustancias Psicoactivas, más del triple de las que se conocían.

Las NSP se comercializan bajo nombres diferentes como “drogas de diseño”, “euforizantes legales”, “sales de baño”, “reactivos de laboratorio”, “productos de investigación” o “inciensos herbales”. Se definen como sustancias de abuso no controladas o fiscalizadas que, sin embargo, representan una amenaza para la salud pública. Con nombres y estrategias de mercado engañosas evaden controles legales y sanitarios y se distribuyen por medios cibernéticos, en redes sociales o en tiendas naturistas. En general, no se venden por narcomenudistas, pueden enviarse por servicios de paquetería y pagarse con monedas virtuales (criptomonedas) tipo bitcoin. Se ha detectado su presencia en más de cien países.

No todas las NSP son nuevas; varias fueron sintetizadas hace décadas. Su nombre se refiere a su aparición reciente en el mercado. México reporta NSP en el control de incautaciones, sin embargo, sólo algunas se registran regularmente en los sistemas de información epidemiológica del uso de drogas. Es probable que estén ocultas en el reporte del uso de sustancias conocidas con efectos similares como la mariguana, las anfetaminas o el éxtasis, entre otras.

Las NSP pueden agruparse en diferentes categorías. Las más amplias son las de catinonas y cannabinoides sintéticos.

CATINONAS

Son sustancias sintéticas parecidas al componente activo de una planta que se masca con fines estimulantes y que se llama khat (Catha edulis). Entre sus efectos se encuentran:



El consumo de las catinonas y sus derivados puede producir cuadros psicóticos que empiezan por estimulación, cambios sensoriales, paranoia, alucinaciones y violencia extrema hacia otras personas. Hay una amplia variedad de catinonas sintéticas que se obtienen haciendo cambios pequeños en la estructura química. Se les conoce como “sales de baño” y ostentan una leyenda que dice “no son para uso humano”, aunque se venden específicamente para tal fin. Algunas de las catinonas más comunes son la mefedrona, la metilona y la MDPV.

CANNABINOIDES SINTÉTICOS (K2, SPICE)

Estos compuestos también son parte de las nuevas sustancias psicoactivas. Sus características, nomenclatura y efectos están descritos en la sección de cannabis (mariguana) y cannabinoides. En términos generales son sustancias sintéticas más potentes que la mariguana, con mayores efectos negativos y que se venden mezcladas con hierbas tradicionales.

NUEVOS ALUCINÓGENOS Y OTRAS DROGAS

En este grupo hay sustancias parecidas a las anfetaminas y metanfetaminas, (feniletilaminas), derivados de alucinógenos sintéticos como la ketamina y la fenciclidina y plantas con propiedades alucinógenas.

Las piperazinas, de las cuales la más conocida es la benzilpiperazina (BZP), se venden como si fueran éxtasis y se consumen por vía oral. No se tienen suficientes datos para evaluar su toxicidad pero su uso se ha asociado con efectos estimulantes intensos, golpe de calor y, en algunos casos, convulsiones.

La aparición de NSP representa un reto a muchos niveles porque:

Se requiere coordinación entre agencias de policía, laboratorios de toxicología y clínicos para detectar, analizar y clasificar las sustancias. También de un trabajo ciberpoliciaco para rastrear su origen y destino.

Es necesario establecer un sistema específico de alerta epidemiológica sobre el uso de NSP actuales y emergentes.

Las pruebas tradicionales no permiten su detección en muestras biológicas. Se necesitan equipos sofisticados para hacerlo.

Los clínicos requieren capacitarse en la presentación, efectos, contextos de venta y consumo de NSP para no confundirlas con las sustancias tradicionales.

En tanto no haya una identificación precisa de la sustancia, su tratamiento es meramente sintomático y probablemente ineficaz o hasta riesgoso.

La mayoría de los consumidores son hombres jóvenes que usan varias sustancias lo que dificulta el análisis de efectos específicos.

Debido a su ambigüedad hay que recurrir a programas para prevenir el uso de sustancias en general.

Combinaciones de drogas

Como ya se mencionó, el fenómeno de las adicciones no es estático; presenta cambios cuantitativos y cualitativos que deben analizarse para poder elaborar políticas públicas y programas de atención más acordes a las nuevas tendencias.

Además del reto que representan las NSP, es común que los consumidores que llegan a los centros de tratamiento sean poliusuarios. En un estudio con solicitantes de tratamiento en Centros de Integración Juvenil, la cuarta parte mencionó consumir dos o más drogas a la vez durante el último año, sin incluir al alcohol y al tabaco.

Asimismo, los patrones de uso, edad y drogas de inicio, vulnerabilidad social y comorbilidad asociada, atribuciones sociales y contexto del consumo, son particulares lo que complejiza su abordaje. El consumo de combinaciones de diferentes sustancias psicoactivas es otro de los grandes retos, tanto para investigadores como para el personal de salud que atiende situaciones de desintoxicación, emergencias médicas, servicios de tratamiento, rehabilitación y reinserción social o intervenciones preventivas, de detección temprana, consejería y de reducción de riesgos y daños asociados.

Entre las combinaciones de sustancias más recurrentes y las de mayor impacto a la salud o seguridad de las personas se ubican el consumo de bebidas alcohólicas con bebidas energizantes, mariguana o cocaína.

BEBIDAS ENERGIZANTES Y ALCOHOL

A las bebidas energizantes o energéticas se les agregan compuestos estimulantes que buscan generar efectos de activación para contrarrestar la fatiga y el cansancio. Su consumo se asocia principalmente a la vida nocturna Combinaciones y a la búsqueda de alto rendimiento deportivo, por lo que la industria concentra su atención en los jóvenes y su venta se realiza principalmente en espacios relacionados con el consumo de alcohol como bares y pubs.

Estas bebidas tienen varios principios activos, entre ellos:

Cafeína: Es el principal componente. Actúa como estimulante del SNC y del sistema cardiovascular. Quita el sueño porque contrarresta los efectos de la adenosina, un neurotransmisor inhibidor. La cantidad de cafeína es variable dependiendo del tipo de bebida pero generalmente es similar o mayor a la que se encuentra en una taza de café.

Azúcares (glucosa y sacarosa): Son carbohidratos, y como tales, constituyen la mayor fuente de energía del organismo.

Vitaminas del grupo B (coenzimas): Son vitaminas que normalmente se obtienen de una dieta balanceada y facilitan los procesos de utilización de energía del organismo.

Taurina: Es un aminoácido natural que se produce en el organismo en cantidades adecuadas y que no es necesario ingerir en la dieta.



Si las denominadas “bebidas energéticas” se ingieren junto con alcohol, se enmascara la inhibición etílica, lo que incrementa la aparición de efectos adversos. La falsa sensación de sobriedad conlleva un aumento del consumo de bebidas con los riesgos asociados a la intoxicación tales como accidentes de tránsito por disminución de reflejos motores, conductas sexuales riesgosas, coma y daño hepático. El alcohol, a su vez, enmascara los efectos estimulantes de la cafeína a nivel cardiovascular lo que permite un consumo mayor al que se tendría si se tomara sola. Cuando esto se combina con actividad física intensa, hay riesgo de infarto.



ALCOHOL CON MARIGUANA

El alcohol y la mariguana son dos de las drogas de mayor consumo en México; sin embargo, su combinación es un tema emergente en términos de prevención y tratamiento, de atención a la salud en general, principalmente entre jóvenes. El alcohol entorpece las habilidades motoras y la mariguana produce distorsión del tiempo y del espacio, así como disminución de la atención, por lo que la combinación aumenta el riesgo de tener accidentes al conducir vehículos o maquinaria.

Los estudios con relación a los efectos y consecuencias por el consumo de la mezcla de mariguana y alcohol son escasos y el espectro de variables es muy amplio (edad, sexo, peso, tolerancia, tipo de mariguana, modo de consumo, la graduación del alcohol y las cantidades utilizadas). En términos generales, las acciones de las dos drogas se suman.

Los consumidores de ambas sustancias refieren que no se experimentan los mismos efectos cuando se fuma o come mariguana antes de beber alcohol que cuando se consume primero el alcohol y luego la mariguana. Beber alcohol antes de cannabis aumenta la posibilidad de desvanecimiento, mareos, náuseas y vómito. En cambio, consumir cannabis antes de una ingesta alta de alcohol puede impedir que el organismo se deshaga del exceso de forma natural y aumentar la posibilidad de un coma etílico debido a que el THC inhibe el reflejo del vómito.

ALCOHOL CON COCAÍNA

Entre policonsumidores es común la combinación de alcohol y cocaína. El etanol inhibe la actividad de la enzima que ayuda a eliminar la cocaína por lo que sus efectos duran más. Además, al consumir las dos sustancias se forma un metabolito con efectos euforizantes y estimulantes llamado cocaetileno. Este compuesto posee actividad farmacológica y tóxica, principalmente a nivel cardiaco y hepático. Las concentraciones más altas de cocaetileno se observan cuando el alcohol se administra antes que la cocaína. El riesgo de muerte súbita es considerablemente más alto con la combinación que con las sustancias por separado.

En pacientes que solicitan tratamiento por consumo de cocaína es necesario tener presente la posibilidad de que también beban alcohol porque la ingesta de este último puede ser el detonante del deseo intenso de volver a consumir y de la búsqueda compulsiva de la cocaína.

Atención y prevención con enfoque de género

Introducir la perspectiva de género en el ámbito de las adicciones representa otro reto importante. El género condiciona de manera significativa la salud de mujeres y hombres; constituye un elemento central que debe tomarse en cuenta en el diseño de políticas públicas y de programas de acción.

Las mujeres se encuentran en situación de especial vulnerabilidad frente al consumo de drogas, sus consecuencias y su atención.

Pese a que en los últimos años ha habido avances, aún no se sabe lo suficiente sobre la situación diferencial de mujeres y hombres con relación al consumo de drogas, lo que se refleja en la imprecisión de algunas dimensiones clave para desarrollar estrategias más efectivas. Por ejemplo:



Los factores que llevan a mujeres y hombres a iniciar el consumo de drogas, a mantenerlos y a desarrollar trastornos adictivos.

Los mecanismos que explican el riesgo diferencial de mujeres y hombres frente al consumo y sus consecuencias.

El conocimiento de los efectos e impactos sociales (entre los que destacan los prejuicios o estigmas) diferenciados entre mujeres y hombres derivados del uso y abuso de drogas.

La identificación de que la dependencia a las drogas en mujeres y hombres sigue un curso y tiene características e implicaciones diferentes.

Los recursos de protección (incluyendo las redes de apoyo) ya que no son los mismos, no tienen el mismo impacto ni ejercen la misma influencia en hombres y en mujeres.

El acceso diferencial a los servicios

Los aspectos que determinan la efectividad de programas preventivos y terapéuticos en mujeres y hombres.

Bajo el enfoque de género, los programas de detección, prevención, tratamiento, rehabilitación y reinserción social deben optimizarse mediante elementos específicos, tales como:

Atender los factores de riesgo y protección que influyen diferencialmente sobre las mujeres y los hombres.

Desarrollar programas particulares para mujeres por diferencias en la etiología del consumo, sus patrones de uso y sus consecuencias.

Integrar aspectos psicoafectivos y relacionales básicos en las intervenciones dirigidas a mujeres.

Incurrir en los efectos diferenciales del consumo de sustancias sobre mujeres, incluyendo los que impactan la salud sexual y reproductiva. Específicamente, con población adolescente, se debe contrarrestar la idea de que las drogas facilitan las relaciones sexuales y potencian el placer sexual; además de desmitificar los estereotipos que vinculan el uso de ciertas sustancias con la imagen corporal, el atractivo físico y sexual y supuestos efectos adelgazantes.

Fortalecer las estrategias de reducción o abandono del consumo de cualquier droga durante el embarazo.

Prevenir las recaídas en el consumo y contar con protocolos de atención precoz, seguimiento y apoyo adaptados a las mujeres con trastornos por uso de sustancias.

Prevenir que, con un falso estereotipo de “equidad de género”, las niñas, adolescentes y jóvenes imiten las conductas masculinas proclives al riesgo y al menor cuidado de la salud.

Abordar el impacto que el abuso de alcohol u otras drogas tienen sobre la violencia de género a fin de disminuir la influencia que esto tiene como “disparador” o “justificación” de la violencia sobre la pareja, las niñas y las mujeres en cualquiera de sus expresiones (física, psicológica, sexual, económica, etc.).

Evitar la estigmatización de las mujeres que usan o abusan de las drogas y reforzar sus redes de apoyo.

Por último, uno de los retos de cualquier sociedad actual es garantizar el acceso de la población en general y de los grupos más vulnerables a servicios de prevención y tratamiento oportunos, eficaces y de calidad. La atención de la salud es un derecho universal. Todos podemos contribuir a reducir las brechas de desigualdad.