¿Es normal lo que pasa en mi familia en tiempos de confinamiento?

Marzo 16, 2021

La pandemia ha impactado a todas las familias, a cada integrante lo ha afectado de manera diferente. Ningún integrante de la familia escapa a estos malestares emocionales; algunos de formas más intensas que otras, especialmente dependiendo de la edad en que se encuentran.

En está época de confinamiento todos estamos expuestos a experimentar diversos tipos de ansiedad, una de esas ellas son la ansiedad de estar confinado en casa (ansiedades claustrofóbicas).

En el caso de los niños estás ansiedades se manifiestan, por ejemplo con miedos a los espacios cerrados, por lo que es importante que como padres les enseñemos a gestionar este miedo y las múltiples fantasías que de ellos se desprenden.

Ayudar a los niños a gestionar sus miedos tiene que ver con dar respuestas, así que reprimir sus preguntas no ayuda. Los niños (y a veces los adultos) no entienden muy bien las implicaciones de todo lo que está sucediendo, por lo que brindar un reaseguramiento es una tarea complicada. Los niños más vulnerables en esta contingencia, especialmente porque no siempre expresan con palabras sus preocupaciones y miedos, o de forma abierta. Lo que habitualmente observamos en ellos son cambios de conducta. Es recomendable darnos un tiempo para hablar de sus miedos, sin ocultar información de lo que sucede y, al mismo tiempo, evitando el alarmismo o el exceso de información. En niños más pequeños puede ser más importante utilizar el sentido del humor y el juego para desmantelar miedos imaginarios, como que el virus aparece por la noche bajo su cama, y con niños más grandes, preocupados quizá por todas las medidas preventivas que hay que tomar para evitar el contagio. Hay que colaborar con ellos para darle un matiz más realista al miedo y evitar amenazas o información demasiado sofisticada que lejos de entenderla los confundirá más.

En el caso de los adolescentes y jóvenes es importante empezar por reconocer que a esta edad ellos están buscando emanciparse del núcleo familiar; entonces, quienes habían venido experimentando ya cierta autonomía fuera de casa, ahora esto se ha visto coartado por el confinamiento que estamos viviendo. Eso ha generado que los jóvenes sientan que han vuelto a ser como niños, que han perdido su capacidad de decisión e independencia, lo cual les genera cierta dosis de impotencia exacerbada por no poder salir, por lo que sienten que tiene que defender o incluso pelear por lo ganado y no pocas veces lo hacen por medios no adecuados, como la rebeldía, la intolerancia, es habitual que se pongan contestatarios. ¿Pero por qué se pone así, rebeldes? porque piensa que así ganan cierta dosis de autonomía. Si no logramos entender esto, es probable que la rebeldía se tramité a través de la violencia, y respondan agresivamente por cosas insignificantes; otras tantas, lo harán queriendo romper las reglas, por ejemplo invitando a sus amigos a una fiesta donde se relajen las medidas preventivas y se abuse del alcohol. Debemos estar atentos como padres a no caer en estás provocaciones.

Debemos entender que el confinamiento es externo, pero que dentro de ellos mismos a veces son capaces de gestionar cierta dosis de libertad, así que si sus hijos adolescentes a veces no quieren convivir con el resto de la familia o pasan demasiado tiempo en su cuarto, es porque en este espacio donde logran gestionar cierta dosis de privacidad, por lo tanto, lo que podemos hacer es respetar estos espacios; de igual manera si solo quieren pasar su tiempo con sus amigos en las redes sociodigitales, video llamadas, etc., también debemos ser tolerantes porque ha esta edad los amigos son oxigeno puro.

Sobre las peleas, es importante no tomarlas personales, es importante saber diferenciar qué batalla vale pelear para transmitir un mensaje de autocuidado y cuáles solo son producto de la ansiedad que todos estamos viviendo.

En el caso de los adultos es muy probable que al intentar sostener nuestra propia motivación, nos sobre exponemos a mensajes que nos instan a mantenernos siempre activos durante la cuarentena. Aun cuando se ha dicho que es deseable mantenerlos productivos y tratando de seguir con nuestras rutinas, también es cierto que estamos en un periodo de adaptación en el que es fácil sobre exigirse para recuperar el sentido de la normalidad.

Es muy fácil que las personas, a través de la idea de perfección, nos hagamos presas de la tiranía del deber ser, de la fantasía de la eterna felicidad en la que queremos siempre ser positivos (happycracia) y con una capacidad infinita, que justamente en momentos como éste puede resultar contraproducente, ya que incrementa nuestros sentimientos de insuficiencia y frustración, debido a que estamos en un periodo masivo de ajuste y redefinición de expectativas y de formas de gestionar el trabajo y las tareas que hacíamos habitualmente.

Por ello, es importante darnos la oportunidad de que nuestros estados afectivos evolucionen; es normal que en estos días tengamos altibajos, es importante reconocerlo y ser pacientes con nosotros mismos. Ciertamente, tomar un curso en línea sobre algo nuevo o aprender algo diferente puede enriquecernos como personas, pero también hay que estar pendientes de que la sobre exigencia no termine por dejarnos más cansados especialmente porque hoy en día todas las reuniones son por medios telemáticos; nuestro cerebro está habituado a ver a la persona con la que está hablando para comprender el mensaje que está recibiendo, pero cuando esto no pasa, cuando no tienes a la persona enfrente tu cerebro gasta más energía pues tiene que estar más atento a lo que dicen para comprender bien lo que está diciendo, por eso, al final del día terminamos más cansados de lo habitual, especialmente si los horarios de trabajo se han difuminado. Por esta razón, es importante mantener el orden en la medida de lo posible, orden en nuestros horarios de trabajo, de descanso, de comida y de dormir.

A veces, la angustia excesiva puede desencadenar el insomnio, generando un círculo vicioso en el que el no dormir contribuye a preservar la falta de descanso. Diariamente, entonces, nos volvemos más propensos a cometer errores, a juzgar erróneamente nuestras emociones y las de los demás y a sentir con mayor intensidad los altibajos naturales de este período.

Es un proceso de aprendizaje y de adaptación, un paso a la vez está bien.

Después de todo, es nuestra primera pandemia.